Autora: Eliana Villa GarcÃa
Edad: 15 años
Desparche y escritura
No confÃes en todo lo que ves, no te fÃes de las palabras bellas, recuerda que la sal también parece azúcar. Estos refranes eran comunes en boca de la maestra Eugenia y los mencionaba antes del desayuno. Eran dichos llenos de sabidurÃa que buscaban despertar la sagacidad de los pequeños.
Cada noche a las 8:00 en punto, la maestra Eugenia organizaba a los niños para dormir: un grupo de pequeños entre los 6 y los 7 años, dulces, inocentes, juguetones, serviciales y honestos. Les daba un beso de buenas noches y se iba. Después de dejar todo en orden, subÃa al tercer piso para admirar su colección, las piezas que conservaba eran muy importantes para ella, las cuidaba con recelo pues llevaba mucho tiempo juntándolas. HabÃa comenzado con ese hábito desde hace muchos años, desde el momento en que dejó atrás el primer orfanato en que trabajó.
Eugenia siempre se caracterizó por ser una mujer solitaria y nostálgica a quien le inquietaba mucho el futuro. Los episodios de depresión y ansiedad eran frecuentes en su vida, razón por la cual visitaba una vez al mes a su psiquiatra, quien le ayudaba a lidiar con sus vacÃos emocionales y le recetaba medicamentos para la ansiedad. Ella solÃa tomarlos, pero cada que lo hacÃa se sentÃa somnolienta y cansada impidiéndole llevar a cabo sus funciones. Por tal motivo preferÃa no ingerirlos, pues necesitaba estar atenta a las necesidades de los pequeños.
La maestra siempre fue una persona sola, desde niña tuvo que viajar de un lado a otro gracias al trabajo de sus padres, por lo tanto, no podÃa conservar amistades.
El dÃa menos pensado sus padres la dejaron sola: murieron en un accidente de avión cuando ella tenÃa 10 años de edad. Jamás se enteró si tenÃa familia; nunca conoció abuelos, tÃos y mucho menos primos. Creció en un orfanato y como nunca superó la muerte de sus padres empezó a evitar la cercanÃa con los otros niños.
A medida que iba creciendo conservaba ese modo solitario de ver la vida. Aunque nunca fue buena para hacer amigos, siempre soñó con enamorarse y ser madre. Sin embargo, una enfermedad le arrebató la posibilidad y tuvieron que extirparle la matriz. Lo único que tenÃa eran los pequeños huérfanos, por eso los amaba en cuerpo y alma, con tal de tenerlos y sentirlos suyos se encargaba de todo, no requerÃa ayuda de otros adultos, se encargaba de todo: de la limpieza, del jardÃn, del mercado… y de los veinte huerfanitos, aunque estos le ayudaban también con algunas de las labores de la casa como organizar sus camas, lavar los baños, recoger basuras y cosas como esas.
Eugenia los llenaba de besos y ternura, les leÃa cuentos, les cantaba, jugaba con ellos y en ocasiones hasta les llevaba caprichos. Pero siempre, siempre les prohibÃa abrir la puerta roja del tercer piso. Lo único que podÃa competir con el amor que ella les profesaba a esas criaturas era su preciada colección.
Un dÃa cualquiera, mientras la maestra preparaba la cena y los niños jugaban al escondidijo, MatÃas, uno de los niños más inquietos, trató de encontrar un buen lugar para ocultarse. Estaba seguro que los buscarÃan en los dormitorios, en el patio central o incluso en la sala pero ¡a quién se le ocurrirÃa buscarlo en los salones de clase! Entonces subió al tercer piso y se deslizó sigilosamente como un gato para no ser visto.
Mientras caminaba por el corredor notó que todas las puertas estaban cerradas porque no era un dÃa de clase. En el fondo vio aquella puerta roja que tanto les habÃa advertido la profe que no abrieran. La curiosidad se apoderó de él e intentó abrir la cerradura. Como estaba cerrada con llave intentó con un gancho de cabello que llevaba en su bolsillo en compañÃa de otras chucherias. ¡Bingo! Abrió la puerta y se topó con una cantidad de periódicos y cajas.
El chico empezó a curiosear el espacio y algo llamó su atención: un cuaderno rojo. Lo observó y empezó a leerlo, encontrando diferentes fechas. Aparentemente era un diario que, además, contenÃa recortes de periódico con datos inquietantes: ¡Tijuana, a expensas de una criminal con ¿trastorno de esquizofrenia? acusada por la desaparición de 6 niños en el orfanato la bendición (año 2019); Se busca una mujer que escapó de la cárcel de Monterrey, acusada por la desaparición de 8 niños en el orfanato San AgustÃn (año 2020) en otro periódico leyó: Monterrey, se busca una mujer asesina serial presunta responsable de la muerte de 4 niños en el orfanato MarÃa Guadalupe (año 2021).
Las fotografÃas que acompañaban los recortes de prensa mostraban tres mujeres muy diferentes entre sÃ: el color y largo de sus cabellos, las gafas, el modo de vestir e incluso los accesorios, sin embargo, todas tenÃan algo en común: una rosa sobre la solapa de la camisa o el saco. Pero ¿dónde más habÃa visto una rosa asÃ? ¡Claro, la maestra Eugenia!
TenÃa que ser una casualidad, de ningún modo la señorita profesora podrÃa ser una villana asesina. MatÃas siguió curioseando entre las páginas del diario, descubriendo algunas fotografÃas que exponÃan a Eugenia asistiendo a talleres de creación de máscaras y maquillaje artÃstico, incluso en algunas se apreciaba luciendo vestuario, maquillaje y pelucas, representando personajes dramáticos. Aunque no se veÃa en escenarios con público, era como si solo buscara aprender el arte del camuflaje y no del arte dramático.
¡Por Dios, podÃa cambiar de aspecto con tanta facilidad! En ese momento se dio cuenta que tenÃa que descubrir todo, ante él aparecÃa una gran verdad y no podÃa ignorarlo. De pronto se apoyó sobre una pared falsa que lo condujo a otro espacio de la habitación ¡Vaya sorpresa! encontró el secreto mejor guardado, su preciada colección. Las piezas que ocupaban la fascinación de la maestra y que jamás permitÃa que nadie observara: frascos de cristal con lÃquido y con fragmentos de lo que parecÃan trozos de cuerpos humanos: dedos, ojos y cabello humano.
El tiempo en aquella habitación parecÃa congelado.
MatÃas no se enteró de que llevaba más tiempo de lo que pensaba descubriendo todos los secretos de su profe. Mientras tantos, los compañeros notaron su ausencia y dieron aviso a la maestra. Eugenia empezó a buscarlo por todo el orfanato, pero al llegar al tercer piso y notar que los salones estaban cerrados, el pavor se apoderó de ella y sintió que todo su cuerpo sudaba y sus manos temblaban mientras se preguntaba ¿serÃa tan osado de entrar al cuarto prohibido? no, no lo creo ellos saben muy bien que no pueden, Mmm pero como son de inquietos ¡No! Dios mÃo, no puede ser. Mientras pensaba, apresuraba los pasos hacia la puerta roja. De pronto, el niño sintió que alguien se acercaba y buscó dónde ocultarse, pero lo único inmediato era un refrigerador. Sin tiempo para pensarlo ingresó.
La señorita Eugenia encontró la puerta abierta: ya no tenÃa duda alguna de que MatÃas lo sabÃa todo. Ingresó, pero no vio. Con voz dulce empezó a llamarlo: Mati ¿dónde estás cariño? ven aquÃ, no te voy a hacer nada, no estoy molesta, no estoy enojada, aunque rompiste la regla.
Al ver que la puerta del refrigerador estaba entreabierta, se acercó y revisó el interior. El niño intentó escapar, pero la maestra no podÃa dejar cabos sueltos, asà que lo sujetó con fuerza ¿Por qué maestra, por qué haces todo esto?
Siempre he cuidado de ustedes y antes velaba por otros huérfanos e indefensos, y antes de esos fueron otros. Siempre les di todo: mi tiempo, mi amor, mi juventud… pero nunca agradecieron, tienen el corazón enfermo ¡Ingratos! siempre se van cuando encuentran una familia que les hable bonito ¡¿Y yo dónde quedo!? Este es el único modo de quedarme con algo. Puedo conservar partes de mis niños en esos frascos y de ese modo nunca me dejarán, estarán conmigo por siempre, no pude conservarlos completos, pero en esos fragmentos está su esencia.
Ya sabes demasiado, me parece que deberás estar conmigo para siempre.
Al escuchar esto, MatÃas le suplicó a la maestra que lo dejara vivir, que él guardarÃa su secreto. Sin embargo, la maestra siguió con su plan: se dirigió a una mesa que se encontraba en la esquina del cuarto y preparó una inyección con un contenido peligroso. Caminó lentamente hacÃa el niño mientras pensaba: ¿será que lo mato?, pero es que es MatÃas ¡mi favorito! el que siempre me trae una rosa del jardÃn y siempre me desea buenas noches con un beso en la mejilla. Pero no puedo evitarlo, él mismo se puso en riesgo al descubrirlo todo.
Eugenia no estaba lista para hacerlo, sin embargo, procedió a inyectarlo. Los ojos de MatÃas se cerraron y su ritmo cardÃaco empezó a bajar, la maestra sacó un mantel blanco, lo arropó y puso una almohada bajo su cabeza, dulces sueños Mati, le dijo mientras lo besaba en la frente como cada noche. Luego apagó la luz, cerró la puerta y se fue.
Mientras tanto, los niños inquietos preguntaban por su compañero. No se preocupen niños, daré aviso a las autoridades, estoy segura de que Mati escapó, siempre fue muy inquieto. Hubo alboroto e incluso llanto, pero la maestra los calmó diciéndoles que fueran a las habitaciones mientras ella reportaba el caso a las autoridades competentes.
Los pequeños, arrodillados sobre la cama, esperaban a la maestra Eugenia para que dirigiera la oración. Ella no se hizo esperar y desde antes de ingresar al recinto ya se escuchaban las frases del rezo de cada noche, mientras los niños en coro le respondÃan. Asà finaliza un dÃa más en el orfanato Alfred Binet.